EL SAVADOR: Artículo «Para entender la tormenta política perfecta»
18-05-2020

San Salvador, 18 de mayo de 2020.

NIMD El Salvador en el marco del desarrollo del Programa Strategic Partnership ejecuta la iniciativa «Grupo de análisis de El Salvador» con el objetivo de presentar soluciones y análisis a la situación política, democrática y social de El Salvador. En el marco de este accionar, el Dr. Rubén Zamora, consultor político salvadoreño y ex embajador de El salvador en Estados Unidos, presenta, desde su perspectiva, las principales crisis políticas que atraviesa El Salvador en estos momentos.

«Para entender la tormenta política perfecta»

por Rubén Zamora.

El Planteo de la crisis

Según los científicos marinos, La “Tormenta Perfecta” se produce cuando dos grandes tormentas, una de carácter frio y la otra caliente, se  encuentran y se potencian mutuamente de tal manera que su capacidad destructiva se multiplica.

En nuestro Continente, de norte a sur, se ha desatado una fuerte crisis que se expresa principalmente en el campo político, pero comparte sus raíces con otros campos de la sociedad; por ello es necesario descubrir sus múltiples  raíces y  entender su gravedad y los extremos de movilización de masas que ha adquirido últimamente; ella es el fruto de la confluencia de diversas crisis que al juntarse están generando una verdadera  “TORMENTA POLITICA PERFECTA”, cuyo impacto y duración puede prolongarse produciendo fracturas sociales aún más profundas, por lo que es necesario entender sus causas y aplicar los cambios que estas requieren.

Son tres las crisis que han confluido y aquejan a nuestro continente; la primera reside en las debilidades y contradicciones de los dos modelos económico-político-social del periodo, una segunda crisis es la generado por el deterioro  de las economías y su ceguera ante la desigualdad social y en tercer lugar  se trata de la crisis del modelo de democracia representativa que hemos practicado en las últimas décadas.

La Crisis de los Modelos.

Los últimos años los países de América Latina y el Caribe se han regido en base a 2 modelos de vida pública, ambos muestran claros signos de agotamiento y en buena medida han contribuido a profundizar la crisis, se trata del neoliberalismo y el socialismo del siglo XXI.

El modelo  neoliberal se fue extendiendo por todo el Continente a partir de la década de los 70s  convirtiéndose en la guía para casi todos los gobiernos de América Latina; se presentó como un radical cambio de las políticas económicas y fiscales, proponiendo reglamentar drásticamente el gasto público especialmente en lo referente al gasto social,  dar puertas abiertas a la inversión extranjera, privatizar los bienes públicos, desrregular el mercado interno y de importaciones, reducir el impuesto de renta a los ricos y cargar a los sectores populares y medios, prometiendo que el cambio produciría tal nivel de desarrollo que los beneficios se derramarían al resto de la población. El Estado renegó de su papel redistributivo pero el prometido “derrame” nunca se produjo; al contrario, si bien en algunos países como Chile produjo un fuerte crecimiento económico por algunos años, en otros, como el nuestro, su resultado ha sido el estancamiento histórico de la economía y a otros, como Argentina, los ha condenado a periódicas graves crisis, y a todos a una dependencia mayor de los países desarrollados, a una creciente vulnerabilidad frente a los movimientos y crisis de sus economías y a un exponencial desarrollo de la desigualdad. Al cabo de 40 años, el modelo neoliberal sufre una profunda crisis pues su capacidad de impulsar el desarrollo no solo se ha estancado, sino que en muchos casos los ha hecho retroceder.

Coincidiendo con lo anterior,  un modelo alternativo que se auto nominó  “Socialismo del Siglo XXI” y  ha sido practicado, en mayor o menor medida, por un conjunto de países de  América (Venezuela, Ecuador, Brasil, Bolivia, Nicaragua, El Salvador y Paraguay); se trata de una propuesta que, se presentaba como la alternativa al neoliberalismo, declaraba abiertamente ser de izquierda, asentaba sus concepciones en un marxismo difuso no muy confesado y descansaba en la práctica estatal para definir sus rasgos más importantes, también se declara  antimperialista tanto en su discurso político como en la práctica en la arena  internacional, pero esto no han sido obstáculo para otorgar concesiones a las multinacionales del norte; por otra parte, se caracteriza por una clara inclinación a desarrollar políticas sociales que han logrado importantes avances en el combate contra la pobreza; no suprime la propiedad privada, aunque rescató para el Estado el manejo de bienes sociales importantes; en el campo político, por un lado, es  característico el esfuerzo del gobierno de crearse una base social organizada que le dé su apoyo muy similar al modelo Cubano y por la otra, fieles a su nacimiento electoral, los gobiernos del Socialismo XXI se adhieren a los parámetros de la democracia representativa, con elecciones periódicas, separación de poderes y respeto a las libertades ciudadanas.

Sin embargo, su convivencia con la democracia representativa ha sido más formal que real, pues al enfrentar problemas para mantener viables las políticas sociales y padeciendo del gusto por eternizarse en el gobierno de sus líderes, tendieron a utilizar crecientemente los instrumentos represivos del Estado, recurriendo a fraudes electorales, subordinando al poder  Judicial, constriñendo, hasta llegar a eliminar, la libertad de información y sometiendo  a la oposición a medidas de hecho y represivas, es decir, han provocado la crisis de su propio modelo acercándose al modelo actual de la gobernanza China.

El hecho, que las protestas sociales se hayan producido simultáneamente contra los dos gobiernos, Chile y Bolivia, que eran reconocidos como las expresiones más decantadas y exitosas tanto del neoliberalismo como del Socialismo del Siglo XXI, es una confirmación de su crisis.

La Crisis de la Economía.

El periodo de los años 2000 a 2014, es conocido como “el boom de las commodities”, que consistió en una bonanza extraordinaria de los precios internacionales de productos de extracción mineral y  agrícola (commodities). Esto significo, para países como Chile, Brasil, Venezuela, Ecuador, Bolivia una expansión de sus economías así como unos ingresos al fisco nunca antes experimentados. El boom permitió, especialmente en los países con gobiernos progresistas, el desarrollo de amplias políticas de financiamiento de programas sociales que contribuyeron decididamente a una significativa reducción de la pobreza. La dinámica de este desarrollo se atribuye, por un lado, al aumento de la demanda en mercados emergentes, principalmente China, cuyo comercio con América Latina paso de 12 billones de dólares en 2000 a 275 billones en 2013 y por el otro, a  la invasión de inversionistas especuladores al mercado de valores de las commodities cuyas manipulaciones elevaron los precios en un 30%. Por su parte, los países que no las producían, como los centroamericanos, emularon a sus pares con políticas sociales de menor envergadura sustentada por préstamos en el mercado de valores y en la cooperación internacional, especialmente en las generosas inyecciones de Alba Petróleo procedentes de Venezuela.

A mediados del 2010, se produjo el colapso del mercado de valores de China, generado por el paso de su economía de la manufactura a los servicios, esto conllevó una creciente reducción  del precio y volumen de la importación de commodities; al mismo tiempo,  en los países que no se usufructuaban del boom, los límites de su capacidad de endeudamiento empezó a generar presiones en sus presupuestos y la cooperación externa tendió a reducirse, así, para muchos gobiernos del  continente sus políticas sociales se volvieron insostenibles y pasaron a recortarlas, con las consiguientes reacciones de la población beneficiada. El  periodo de expansión se ha cerrado y América Latina y el Caribe han entrado a un periodo de seria desaceleración económica; la CEPAL, en su informe de Noviembre de este año sobre sus proyecciones del crecimiento en 2019 de la región, se vio obligada a corregir del 0.5%  al 0.1% el crecimiento de la actividad económica en la región y  para el próximo año no ve perspectiva alguna de mejoramiento de la situación. Si a lo anterior le añadimos que la economía mundial está viviendo una desaceleración y que no son pocos los economistas que advierten la probabilidad real de una verdadera crisis mundial, con similares consecuencias a la de 2008, el panorama de la intranquilidad social puede profundizarse aún más. 

La crisis de la Democracia Representativa.

Se ha vuelto lugar común diagnosticar que la democracia representativa pasa por una crisis de legitimidad, tanto en los países desarrollados como los del tercer mundo, varían de un país a otro, pero todos ellos tienen en común el reclamo ante la exclusión y la desigualdad.

La crisis de la las democracias representativas en la actualidad se expresa en una pérdida de su calidad; en el mundo desarrollado y el nuestro se presentan procesos de retro-transición, pues su dinámica es hacia el autoritarismo y la dictadura, la democracia representativa está siendo disminuida por una  paulatina erosión; los ejemplos abundan: la “democracia iliberal” en Polonia y Hungría, la administración del presidente Trump en EE.UU., el aumento del número de “regímenes híbridos”, es decir democráticos solo en parte, el aparecimiento de gobernantes populistas, las reducciones de la participación electoral y la polarización politica, la reducción de los espacios cívicos por parte de los gobiernos, todos ellos son  claros indicadores de este fenómeno.

El ejemplo más claro es la transformación de los procesos electorales, que si bien son cruciales para la vigencia de la democracia representativa y suponen una seria de  capacidades y responsabilidades en sus ejecutantes que van mucho más allá de la mecánica electoral, sin embargo, las elecciones ha ido perdiendo su carácter fundamental que es la presentación al pueblo de lo que el candidato se propone ejecutar durante su mandato; esto requiere no solo  tener una propuesta programática, sino hacer de ella el centro de su actividad electoral, en la práctica, los partidos y sus candidatos han dejado a un lado este proceder, hacen del programa un simple rito legal de presentación a la autoridad, mientras el partido y sus candidatos hacen una campaña centrada en despertar la emotividad de los votantes y que depende de métodos e instrumentos propios del comercio moderno; ante el electorado los planteamientos tienden a ser sustituidos por los mecanismos de  manipulación de las inclinaciones inmediatas de sectores de votantes que han sido diseñadas para el comercio, así, el ciudadano ya no es  el soberano sino el consumidor; la campaña electoral es asimilada y tallada como si fuera la propaganda de jabones, dentífricos autos, etc.,  ya no se guía por la presentación y discusión de soluciones a los problemas nacionales, sino por la manipulaciones del “mercado electoral” que dictan los técnicos en esta materia. La consecuencia de esta manipulación es  que el ciudadano tiende a desinteresarse de la política o se acerca a ella como a un mercado de rebajas y asume los problemas que aquejan a la nación como desgracias que  no tienen solución y a lo más que puede llegar es a expresar su descontento.

Si a lo anterior añadimos que los procesos de democratización  de los últimos años han permitido el acceso de la población a  los manejos de la cosa pública, ya no se trata, como antes de solo creer que hay corrupción, sino a enterarse de ella en forma concreta, con nombres y apellidos, tanto en el caso de empresas privadas como del aparato estatal, e identificando a corruptos y corruptores con nombre y apellido, en cierta medida los avances limitados de la lucha contra la corrupción, si bien están generando una conciencia mayor a favor de la honestidad publica, también tienen, espero que solo sea temporalmente, el efecto negativo de identificar  la política con la suciedad.

Conclusión

Estamos en presencia no de dos sino tres tormentas-crisis que han coincidido en el tiempo y están multiplicando su potencia destructiva; la democracia representativa es el barco que las enfrenta en la primera línea y los tripulantes del mismo somos todos los ciudadanos y ciudadanas, que las estamos viviendo; al usar esta metáfora es necesario hacer una clarificación sobre el termino crisis: lo tomo el sentido chinos, o sea como “oportunidad” y por consiguiente, su desarrollo puede llevar, por un lado al hundimiento de la nave democrática, la muerte de la democracia representativa, o puede ser la ocasión para que supere la crisis y emerja una democracia representativa y participativa vigorizada, todo depende de la reacción ante la crisis de sus marineros, es decir, de nosotros.